Suenan las campanas mientras un viejo en su esquife vuelve
al puerto con el cuerpo cansado y un par de peces en la bolsa. Avanza hacia el
bar de la villa donde encuentra a los parroquianos habituales y se sienta en su
taburete cotidiano a ver el resumen deportivo en la televisión mientras en la
cocina le preparan una de sus presas. Hoy cena, mañana desayuno, después habrá
que volver a salir al mar.
En televisión aparecía la joven reportera que analizaba el
juego de su equipo y mientras comía escuchaba. En el bar se iba generando un
bullicio en torno a una problemática local.
La cuestión era si el puerto y sus alrededores debían
abrirse a grandes embarcaciones. El pueblo había crecido y su principal
actividad económica ya no sólo era la pesca, sino también el turismo.
Un creciente interés gastronómico y las diversas sendas
acondicionadas habían generado un impulso al pueblo que veía como cambiaba su
pequeña rutina.
Se habían reformado casas y pisos para las nuevas gentes que
con el repunte del turismo habían decidido montar su negocio y trasladarse de
la capital a la villa. Aunque en general los nuevos inquilinos formaban parte
de la comunidad, también se empezaron a construir chalets alejados del vulgo.
Con todo ello se abrió el debate del puerto. Si salía la
apertura, la biodiversidad marina corría peligro y el negocio pesquero podía
perder sus bancos habituales. En el sentido positivo el crecimiento turístico
aumentaría.
Todo este asunto había generado una polémica que enfrentaba
a parte de la comunidad.
La “modernización” era una palabra que estaba en el centro
del tablero de debate.
“Renovarse o morir”; “avanzar hacia el futuro”; “Un pueblo
con futuro” “Una nueva economía”
eran frases hechas que circulaban de boca en boca por parte
de las voceras de lo nuevo.
Carteles, charlas de economistas “reputados” eran parte de
una nueva cotidianidad en la villa en pro de “un nuevo futuro”, hasta tal punto
llego, que se fundó una pequeña radio como parte del novedoso proyecto.
En la otra parte se encontraban sobre todo las familias
pesqueras y alguna persona del turismo. Insistían en la necesidad de la pesca
como actividad necesaria para la supervivencia del pueblo. Las nuevas
embarcaciones traerían consigo el fin de la pesca.
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