viernes, 25 de noviembre de 2016

A Fernando Macarro

Y sembrado el silencio cuando la lluvia repicaba en las ventanas la noticia llegaba, habías muerto. Llevabas un día en estado grave y al fin tu luz se apagó.
“Amar a los demás es la mejor manera de amar a uno mismo”, tal vez una de las frases que mejor refleje tu ser, tu vida.

Los retazos de memoria nos llevan a una orilla del mar donde mientras el viento y las olas compaginaban su existencia esperábais los barcos ingleses que nunca llegaron. Sin embargo si apareció el buitre negro, ese buitre que llevaría la vida de tu padre y de tu Madre, el mismo que te encarcelaría mientras te condenaba a muerte.

Tras los barrotes de color gris que opacaban el sol para cerraros la esperanza, cortaros las alas y abrir las lenguas, fue donde empezaste a sentir en tus carnes las garras mientras se alimentaban de tu vida y te hacían olvidar las hojas mientras resurgías en forma de padre, madre e hijo.

Decidme cómo es un árbol,
contadme el canto de un río
cuando se cubre de pájaros,
habladme del mar,
habladme del olor ancho del campo
de las estrellas, del aire.

Querías que la poesía llamara a las puertas del mundo para pedir solidaridad con las personas que luchábais contra la dictadura. Tú hablabas de los héroes oscuros, gente sin nombre, gente anónima que sufrieron lo que tú, pero que no tuvieron un reconocimiento, esos héroes y heroínas cuyo voz quiere callar el mismo buitre que te tuvo en sus fauces veintitrés años. ¿Cuál fue vuestro pecado?

Mi pecado es terrible;
quise llenar de estrellas
el corazón del hombre.
Por eso aquí entre rejas,
en diecinueve inviernos
perdí mis primaveras.
Preso desde mi infancia
ya muerte mi condena,
mis ojos van secando
su luz contra las piedras.
Mas no hay sombra de arcángel
vengador en mis venas:
España es sólo el grito
de mi dolor que sueña.

Con ese pecado se fueron quemando tus primaveras que recorrían las cárceles con entereza, orgullo y dolor. Dejas un legado de resistencia, de honradez, de poesía. Por qué la poesía es un arma cargada de futuro y tú nos demostraste su valía para ti, para nosotros, para el mundo.

Y ayer te apagaste después de una vida de poesía, de futuro. Tu herencia resonara en cada voz, en cada silaba, en cada vocal que salga de nuestras roncas gargantas. Cada verso está sembrado de ejemplo, de ti. Descansa en la tierra leve y sé parte de nosotros, sé parte de este amor hacía un mundo solidario, hacía un nuevo mañana, porque como decía Hegel: “Amar es dejar de ser, para ser más”


Retumban los tambores 
d'esta tierra nuestra,
donde cantan los labores 
que la siembra labran.
Sombra de esperanza 
que en la cárcel no murió
y por el viento su grito 
el alba logró.
Miles de puños 
emergen en el aire,
Miles de corazones 
lloran tu partida.
No es muerte
ni llanto 
ni agonía 
yo te prometo mi vida
en la lucha combativa.


En Honor a Marcos Ana.

Foto de José Camó.

























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