jueves, 14 de abril de 2016

Federico sigue vivo.

Entre libros, libretas, hojas, escritos, tachones, tinta, pluma, bolígrafos y demás utensilios escribanos, salieron las obras en verso y narrativa, nacieron Bernarda, Leonardo y la Luna entre muchos otros, de tal forma que los lugares donde se iban creando bien podían haber  sido salas de parto cuya mente embarazada no dejó de parir hasta su fin.

Allá por Fuente Vaqueros, un buen día de 1898 nacía una luz española, universal. Como buena luz, hizo milagros, y aunque no podía convertir el agua en vino, sí pudo convertir folios en blanco en obras de arte, tal vez (al menos para el autor de este blog), eso tuviera más mérito, aunque no todos pensaron así.

En el principio de un anochecer que duraría cuarenta años, había quienes se dedicaban a apagar las luces y quienes firmaban su apagado, ambos dos preferían el vino al verso. Tal vez ofenda a su memoria pero creo que un verso bien puede explicar que reclamaban los señores oscuros:

Patriotas se hacían llamar
y reclamaban libertad,
Española, blanca y gallarda.

No hay lugar para el rojo,
marica o bollera, pues su
patria es grande pero no les
llega la mollera.

Apagando los faroles, bombillas
Y velas se ganaban la vida,
en la oscuridad de la cueva
se vive sin duelo, ni ojos, ni pena.

Al final se apoyaron en la Iglesia
que con los brazos abiertos
les limpio el alma por el dinero
de una faltriquera.

Entre misas y santones
firmaron las leyes que acabaron
con las luces, la cultura y la vida.


La luz con forma de padre fue apagada un mayo del año 1936, cesaron los versos, cesaron las obras y con la oscuridad murió la cultura. Después de casi ochenta años la cultura no volvió, la memoria se olvidó y la luz sigue enterrada pero no buscada. Los vendedores de humo bien pertrechados y con sus caballos esbeltos llamaban a gritar por la democracia, y nos vendieron libertad cuando realmente estaban diciendo: Olvido.

Luz de luna y claro
que parió una y mil noches
al compás de los silencios.

Recto operario de la
prosa y pícaro dramaturgo
social.

No hay olvido para tu
obra ni para tu vida.

Diste tanto como pudiste
escribir, tanto como supiste
hacer y más que te quedó por dar.

Te apagaron salvajemente,
mas nunca morirás, pues vives
en tu obra y nuestros corazones.

En memoria de Federico García Lorca.




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