jueves, 14 de abril de 2016

Un catorce de abril para los comunes.

Entre lánguidas monedas de cambio tras una ribera se escapa un furibundo monarca de porcelana, envuelto entre algodones. Mientras eso sucede, se iza en Éibar la tricolor y, a unos kilómetros de distancia, un joven pastorea mientras otea con avidez versos y narrativa que no hacen sino acrecentar su mundo e inspirar sus versos. En una generación llamada del veintisiete creció el pastor, padre, marido y poeta.

Surgieron de las sombras los caudillos y Entrambasaguas, que lograron con ayuda del Condor Alemán y el padrino italiano prohibir la poesía, los títeres y la picaresca, el país se llenó de relatos oficiales, y así, acabaron con la primavera y sus trece rosas.

Según caía el caudillo empezaron los relatos del héroe campechano, quien podía rivalizar con el mismo Heracles y sus doce trabajos según la gaceta, vivía en el extranjero y estaba preparado, había sido criado en un manto de seda en su exilio y nada impedía su vuelta al reino.

La televisión española sacó su primera película de ciencia-ficción, pero la vendió como “reality”, en ella salía un torticero de bigote en una cámara convulsa y el tan esperado rey amado llamando a la calma. Nos dieron gato por liebre y el film se llamó Transición.

La Transición trajo consigo la fiesta democrática, y mientras comenzaban los sondeos esperaban en las cunetas los olvidados, qué como su propio nombre indica pocos recordaron, empezando por Suárez y acabando en Rajoy, la memoria se llenó nuevamente de relatos oficiales a veces caricaturizados como la razón.

El relato futuro nadie lo sabe, pero en el camino las cunetas siguen gritando mudas, los titiriteros siguen con miedo y quienes se mueven no sólo sienten las cadenas sino que las padecen. A cientos de kilómetros miles de personas son tratadas como ganado y exportadas a Turquía con un “tratado de contención”. La poesía es un arma cargada de futuro solían decir, tal vez debamos a empezar a disparar versos y palabras… siempre a la zurda más que diestra.

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